Corría el año Eucarístico de 1934 cuando las cinco primeras hermanas vicentinas de Zagreb pisaron el suelo argentino respondiendo al llamado del padre franciscano Ruskovic para atender a la colonia croata de Dock-Sud.
Duros fueron los comienzos en esta tierra de misión a la que habían llegado: casas de chapas, calles sin asfalto, criadero de mosquitos y ranas fue la realidad concreta que les presentó con muchas pruebas y dificultades. Un pueblo de 20.000 habitantes, en su mayoría emigrantes venidos de distintas partes del mundo: España, Italia, Polonia, Yugoeslavia, Alemania, Ucrania, en busca de medios para subsistir. Era la clase obrera que no poseía prácticamente nada más que dos brazos fuertes para trabajar y mantener su familia.
Eran pobres no sólo materialmente sino también en educación. Apenas sabían leer y escribir, y como había muchos extranjeros, ni siquiera sabían hablar castellano.
Aunque venidos de Europa, de países católicos, arrancados de sus comunidades no supieron integrarse a nuevos centros religiosos.
Además, la dureza de la vida y la lucha por el pan de cada día endurecían sus corazones y no mostraban sentimientos de simpatía hacia la palabra de Dios y su Iglesia.
En este ambiente comenzaron su siembra las Hermanas Vicentinas quienes encontraron su riqueza evangélica: los pobres y su pobreza.
Aunque los comienzos fueron difíciles, la visión del extenso campo de caridad las mantuvo valientes en la lucha y en las privaciones diarias. La salvación de muchas almas por medio de su silenciosa labor sabrá relatar la grandeza del heroísmo por amor a Cristo Rey Obrero, en el barrio obrero...
Por favor continuá leyendo esta nota en:
Duros fueron los comienzos en esta tierra de misión a la que habían llegado: casas de chapas, calles sin asfalto, criadero de mosquitos y ranas fue la realidad concreta que les presentó con muchas pruebas y dificultades. Un pueblo de 20.000 habitantes, en su mayoría emigrantes venidos de distintas partes del mundo: España, Italia, Polonia, Yugoeslavia, Alemania, Ucrania, en busca de medios para subsistir. Era la clase obrera que no poseía prácticamente nada más que dos brazos fuertes para trabajar y mantener su familia.
Eran pobres no sólo materialmente sino también en educación. Apenas sabían leer y escribir, y como había muchos extranjeros, ni siquiera sabían hablar castellano.
Aunque venidos de Europa, de países católicos, arrancados de sus comunidades no supieron integrarse a nuevos centros religiosos.
Además, la dureza de la vida y la lucha por el pan de cada día endurecían sus corazones y no mostraban sentimientos de simpatía hacia la palabra de Dios y su Iglesia.
En este ambiente comenzaron su siembra las Hermanas Vicentinas quienes encontraron su riqueza evangélica: los pobres y su pobreza.
Aunque los comienzos fueron difíciles, la visión del extenso campo de caridad las mantuvo valientes en la lucha y en las privaciones diarias. La salvación de muchas almas por medio de su silenciosa labor sabrá relatar la grandeza del heroísmo por amor a Cristo Rey Obrero, en el barrio obrero...
Por favor continuá leyendo esta nota en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario